lunes, 6 de noviembre de 2017

Sacando la basura.

Hola papá, hola mamá. Soy vuestra hija, más concretamente la mayor y vengo a escribiros una carta que probablemente jamás leáis, una carta que se quedará encerrada en internet y que nunca verá la luz, pues mi objetivo no es hundir a nadie ni haceros parecer unos malos padres, pero necesito desahogarme, ahora que estoy empezando a acercarme a la felicidad o a algo muy parecido y necesito desprenderme de mis fantasmas del pasado... Vengo a contaros que nunca he sido feliz. Bueno, eso no es del todo cierto, pues al fin y al cabo cuando era una niña inocente a la que no le preocupaba nada, supongo que lo era... Pero la verdad es que ya no lo recuerdo. Mamá, quizás esta carta ni siquiera deba ir dirigida a ti, y no porque tengas más o menos culpa que papá, sino porque hablándote de mi hermana, de lo consentida que la has tenido desde siempre, de la lástima que siempre has sentido por ella y de los "castigos" y deberes que me imponíais a mi de pequeña me dijiste esto: "Es que no sé. Tengo la impresión de que te estás inventando una vida que no se acerca a la realidad...". Para ti, no hay errores. Para ti lo has hecho igual de bien con ambas. A tu parecer, somos iguales, pero no mamá, nunca ha sido así. Ese es uno de los motivos por lo que nunca verás esta carta. A mi parecer no te lo mereces. No mereces saber lo mal que lo he pasado ni la mierda que llevo dentro, porque creo que tampoco te importaría demasiado... Simplemente no te lo creerías y pensarías que Almodóvar a mi lado es un aficionado del mundillo del cine...
Ahora mismo no recuerdo exactamente a qué edad fue, pero papá, empezaste a notar un gran cambio en mí de repente. Me pasaba casi todo el día encerrada en mi habitación sin relacionarme con vosotros, ya no os contaba nada sobre mi vida, casi nunca saludaba ni me despedía al volver o irme de casa, me volví arisca , cuando antes no lo era... Ay, qué dura es la adolescencia ¿eh? Y más la del primer hijo... Pues ¿sabéis qué? Que viéndolo ahora, con mucha perspectiva, me pregunto si realmente era un problema de hormonas o de edad, o realmente lo era de consciencia... Consciencia en el sentido de darte cuenta de algo sin realmente saber que te has dado cuenta de ello. Y aquí viene lo que realmente quería contaros... Hasta hace poco no he caído en la cuenta de que todas mis inseguridades y mi baja autoestima son por vuestra culpa... Siempre, con vuestras palabras o acciones me habéis hecho sentir culpable de las cosas, decepcionante en otras ocasiones; otras veces inferior al resto o incluso una carga para vosotros... Sé que jamás lo habéis visto así, incluso dudo mucho que nunca os vayáis a sentir culpables de esto y en vuestra mente, de nuevo, será mi "culpa" verlo así y victimizarme... Siempre he sido vuestra hija "la gorda", aunque nunca me lo hayáis llamado tal cual, pero era lo que estabais llamandome a diario con vuestros "tienes que hacer una dieta", "a partir de mañana vas a empezar el gimnasio" y otros miles de sinónimos más... Para vosotros era cuidar de mi salud, para mí, sin embargo, era que teníais una hija gorda que os estaba avergonzando, y más siendo su padre quien es...
Más tarde vino el aparato, la ortodoncia, los brackets, como queráis llamarlos. Sabéis que yo no quería ponérmelos, que lloré pidiendoos que no me los pusiérais. La dentista dijo delante de mí "no la obliguéis a ponérselos, porque son cosas que pueden dejarle trauma, es mejor que la convenzas...". Caso omiso y semanas después Thais con brackets. Bravo.
Además estaban las decepciones escolares. Nunca he sido una gran estudiante. Es cierto que presumíais de que yo era muy lista, sí, pero en el colegio. Muy pocos niños son "torpes" en la primaria. Llegué al instituto y empezó la "adolescencia" de la que hemos hablado antes. Empecé a bajar mis notas y a estudiar el día antes, porque la verdad siempre he sido de esas, me costaba mucho ponerme a estudiar. Me quedaron 4 al final de ese curso y yo no sabía con qué cara llegar a casa. Me arrepentí 300 veces y más de no haber estudiado más cuando debía fui todo el camino a casa llorando y esperé la bronca que me venía, pues nunca había suspendido y menos aún cuatro de golpe... Me cayó la correspondiente bronca, la cual merecía, porque,  ¿sabéis?, las broncas también se agradecen a veces, al fin y al cabo es disciplina y sobre todo educación. Educar es enseñarle a tu hija que si le quedan 4 no se va a ir se rositas. Y es maduro en estos casos, a mi parecer, el cómo me sentí después de esa bronca. Me sentía mal, triste , dolida, en deuda incluso y decepcionante de nuevo, pero esta vez por mi culpa. Ni siquiera tenía ganas de salir de la cama, sólo quería llorar y que llegase el siguiente curso para subsanar los errores de este...
Ahora bien, no me gusta compararme, pero lo veo necesario en este "desprendimiento de basura emocional" que estoy haciendo. Por otro lado está mi hermana. Mi hermana es esa persona que es mucho mas lista e inteligente que yo y, aunque os pese, que vosotros, pero no en los estudios, sino en el ámbito emocional. Y me explico: Ella es esa persona a la que le quedan todas (o el 90%) de asignaturas y puede reaccionar de dos modos:
1. Viene riéndose o charlando tan normal con sus amigas por el camino (algo que he visto con mis propios ojos) y sin embargo al llegar a casa está llorando... Es decir, se pone a llorar en el ascensor o una vez llegada ya a casa para pretender hacer ver que esta muy afectada. Le cae la correspondiente bronca y se va a seguir llorando (normalmente sin terminar de comer) a su habitación y a quejarse por llamada o audio a alguna amiga de la "mierda de casa" en la que vive.
2. Llega entristecida pero serena y al escuchar la bronca os da la razón en todo y añade cosas como "sí, si yo sé que no puedo seguir así. Me he propuesto ir estudiando todos los días un poquito porque así cuando lleguen los exámenes no me tengo que estudiar todo de golpe y es mas fácil", con lo cual os quedábais más que satisfechos y conformes aun sabiendo que luego nunca lo cumplía, por mucho que, mamá, te empeñases en creer y defender que sí lo hacía...
Ahora, y sin salir del ámbito escolar todavía, os voy a contar algo que hacíais pésimo con ambas. Es cierto que nunca hemos sido eminencias en matemáticas, vaya, que éramos muy malas; pero lo que también es cierto es que nos esforzábamos (una más que otra, sí, pero nos esforzábamos). Más de una vez he llegado con un 6, por ejemplo, en matemáticas y mi hermana pongamos que un 5. Lo que para nosotras era motivo de celebración y de orgullo por haber podido superar a nuestra Némesis, para ti, papá, era prácticamente una vergüenza, o así nos hacías sentir. Cuántas veces me ha tocado consolar a mi hermana y cuántas veces he necesitado yo un consuelo sin tener a nadie que me prestara su hombro... Papá, para ti, sacar un 5 era un "podrías haber sacado un 7 perfectamente" y sacar un 6, o 6 y algo era un "bueno... Pero podrías sacar bastante más, ¿o no estarías más contenta sacando un 9?". Estaría más contenta sintiendo que te enorgulleces de tus hijas. Creo que eres de los que machacan para que saquemos los cojones y digamos: ¡pues lo voy a hacer! Pero lo has usado toda tu vida y nunca ha servido, y eso significa que no conoces para nada a tus hijas, porque lo único que estabas consiguiendo era hundirnos más. No soy esa clase de personas papá. Soy de las que necesitan una palmadita en la espalda de vez en cuando, o escuchar un "estoy orgulloso de lo que estás consiguiendo (o intentando)".
Igual me he sentido siempre en cuanto a las "tareas del hogar". Es cierto, mamá, que nunca te hemos ayudado mucho en general. Pero no sé si recordáis aquella época, tendría entre 10 y 14 años (no lo sé exactamente, pero no fueron cosa de dos días, este método duró un tiempo) en la que mi paga eran 5€ por semana y mi tarea hacer todas las camas de la casa todos los días de la semana. Si un día no cumplía, se me restaba 1€ de la paga. Eso es EDUCAR. Quizás no es la mejor manera, es cierto, pero tenía una tarea y una obligación. Ahora intentad recordar una sola vez que le hayáis obligado a mi hermana a hacer aunque tan solo sea su cama... A sus 18 años aún no la he visto hacerla. Thais siempre tenía que poner la mesa. Mi hermana realmente pocas. Thais siempre tenía que bajar la basura, aunque eso significase tener que ducharse única y exclusivamente para ello. Mi hermana no podía bajarla ni de paso, es decir, cuando ella iba a salir sí o sí a la calle. Thais tenía que barrer la casa al menos de vez en cuando. Mi hermana jamás. Thais ayudaba a hacer los baños también cuando estaba "parada". Mi hermana... Adivinad. Lo más "gracioso" de la situación es que si yo me quejaba la excusa es que yo soy la mayor. Pero la mayor voy a ser siempre, ¿es por eso que ella sigue sin mover un dedo aún en casa? Otra excusa era que ella estudiaba y yo no hacía nada en todo el día. Cuando yo estudiaba tenía que cuidar de ella por las tardes, fregar los cacharros en muuuuuuuchas ocasiones, hacer todas las camas, hacer mis deberes y estudiar. ¿Cuál es la excusa entonces para este caso?
Estoy segura de que podéis pensar que son celos, o que odio a mi hermana por todo esto. En absoluto. Nunca he sido celosa, pero la verdad es que tampoco se me da muy bien aceptar las injusticias. Además mi hermana tiene culpa, por supuesto, pero el 85% aproximado de la culpa es vuestra y de la educación del "consentimiento" que habéis aplicado sobre ella. Mi hermana es sólo el producto que vosotros habéis moldeado.
Supongo que a estas alturas (si es que fuerais a tener la oportunidad de leer esta carta) estaréis entre tristes, cabreados, decepcionados e incluso escépticos. Supongo que jamás hubierais imaginado toda la mierda que llevo encima. Pues esperad, que ahora viene lo más gordo. Sentaos bien que os voy a explicar el motivo de esta carta en la que por fin me saco las tripas y os las pongo encima de un plato.
Hace poco yendo a trabajar, mamá, me preguntaste que si fumaba. Más bien me dijiste que me habían visto fumando y que tú no podías creerlo, pero que es cierto que alguna vez me has pillado paquetes en el bolso. Pues bien, fumo. Ese día no fui capaz de decírtelo, y supongo que jamás lo haré, pero sí, fumo. Y a raíz de esa conversación me puse a intentar pensar en el por qué. Empecé a fumar casi como un juego. Un juego con amigas en el que nos comprábamos los paquetes a medias y nos los fumábamos a escondidas en un parque. Y pensarás que fue por la típica tontería de hacerme la mayor como se suele decir. Pues no. Nunca me he sentido más mayor ni más guay y rebelde por fumar. Pensando mucho y buscando profundamente en mis pensamientos y sentimientos, llegué a la conclusión de que empecé a fumar porque mata. Así, como suena. Vuelvo a repetir por si se os ha olvidado con las muchas parrafadas que llevo ya, que me sentía una persona inútil, gorda, fea, decepcionante, y una carga para los que se suponen que más me debían de querer en la vida... Viéndolo con perspectiva y ahora que soy un poquito más feliz que entonces, suena muy fuerte hasta para mí lo que voy a contaros, pero mamá, me he encerrado muchas veces con una de tus cuchillas apoyada sobre la muñeca en el baño, llorando. Y lo peor es que más que de tristeza, lloraba por sentirme tan jodidamente cobarde para no ser capaz de hacerlo y acabar con todo por fin.
Otras veces he buscado discretamente en internet formas de morir sin dolor. Sí, mi objetivo principal en esa época era dejar de ser una carga para vosotros, y la única manera que contemplaba era el suicidio. Y como tampoco encontraba nada o no me atrevía de ninguna de esas maneras, otras veces pensaba en salir un poco despistada a la calle e intentar cruzar sin mirar mucho, pues con un poco de suerte me atropellarían y ya no sería yo quien tendría que hacer el "trabajo sucio". Sé que suena demasiado fuerte, pero es toda la verdad. No sé si he tenido alguna vez, o incluso tengo, depresión, pero la gente suele buscar la felicidad en la vida mientras yo sólo buscaba la muerte. Gracias a una serie de circunstancias, papá, me obligaste a hacer un curso que, se puede decir, me ha salvado la vida. Y más que el curso, la gente que he ido conociendo por el camino, ¿sabes por qué, papá? Porque esa gente, casi siempre, me ha dado esa palmadita en la espalda. Me ha dado la mano cuando me he caído y me ha ayudado a ver qué hacía mal, sin hacerme parecer lo peor, sino justo al revés. Han visto una gran evolución en mí y me lo hacen saber en cuanto notan un solo ápice de debilidad en mi camino hacia la forteza y la seguridad en mí misma y eso, papá, eso sí que ayuda. Ojalá me hubierais educado de forma que fuera capaz de expresar mis sentimientos, porque igual todo esto no se habría acumulado tanto y además, te habría dicho a ti, papá, que gracias por estar orgulloso (o al menos parecerlo) del camino que estoy tomando ahora, de mis intentos con el clown y las telas, de escuchar atento mis batallitas en mi lugar favorito de la tierra y preguntarme cómo me ha ido cada vez que voy allí, aunque sólo sea a una reunión, porque mamá también lo hace, pero eres tú el que no solía hacer esas cosas. Esas cosas sí ayudan papá. Palmaditas y no zancadillas, porque si sigo cayéndome sin nadie que me ayude a levantarme, quizás un día no me levante nunca más...

domingo, 25 de mayo de 2014

Su sonrisa.

Hoy día la gente ya no se fija en los detalles. La gente se enamora de una persona en todo su conjunto pero, incluso algunas veces preguntando por ahí, me he dado cuenta de que no son capaces siquiera de recordar el color de los ojos de esa persona.
Sin embargo, aunque pocos, aún queda gente que se enamora de cosas tan simples como una mirada, unas manos, gestos o, en la mayoría de los casos, una sonrisa.
¿Alguna vez te han hablado de tu sonrisa? No lo creo... Probablemente te hayan dicho cosas como "qué sonrisa tan bonita" pero quizás nunca se hayan parado a explicarte cosas más profundas sobre ella... Quizás por evitar complicarse (pues es harto complicado convercer a alguien de lo que conlleva una sonrisa) o quizás por simple cobardía. 
Quiero que recuerdes alguna vez que hayas echado de menos a alguien, o que pienses en alguien a quien echas de menos ahora pero quiero que lo hagas mientras sonríes. Tendemos a llorar o entristecernos al echar de menos, pero con una sonrisa es mucho más fácil, bonito y sobre todo llevadero.
Hay un probervio escocés que dice "La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz". Una sonrisa es algo TAN simple que a menudo ignoramos la importancia que tiene. A quien la emite no le cuesta prácticamente nada, no pierde nada por sonreir, sin embargo al receptor puede provocarle mil cosas a la vez. ¿Alguna vez te ha pasado que has sonreido y te han devuelto la sonrisa? Lo vemos como algo normal, cotidiano. Ahora piensa, si le sonríes a una persona que te acabas de cruzar y no te devuelve esa sonrisa ¿qué piensas? Te entristeces, te enfadas, piensas que a esa persona le ocurre algo, incluso que es contigo con quien tiene un problema, que no le caes bien, que no le apetecía saludarte... Todo esto sólo por una sonrisa. No somos y no creo que nunca seamos conscientes de lo que puede significar ese pequeño gesto con los labios. Quizás somos tan mundanos que no merecemos conocer el sentido que le da una sonrisa a la vida.




lunes, 29 de abril de 2013

Noche.


Penumbra. Sombras que parecen reír siniestramente para asustarme invaden la estancia. De repente un escalofrío, de esos que te paralizan. La madera cruje y mi oído se agudiza a la vez que mis ojos se abren tanto que parece que vayan a salirse de sus órbitas. Trago saliva y mi garganta suena tan fuerte por la grandeza de ese silencio que miro asustada hacia todas partes pensando que ese sonido pueda haber atraído o enfadado a algo o alguien. Me doy media vuelta, mirando hacia la pared y cierro los ojos procurando pensar en otra cosa para olvidarme de mis miedos irracionales. Intento pensar en cosas alegres o emocionantes que luchen cual perfecto espadachín contra esas malvadas sombras que habitan en mi gran imaginación. Entonces en mi cabeza suena un "¡click!" bajito, casi imperceptible, y se pone a funcionar. ¡Y de qué manera! ¿Cómo lo hace para pasar del miedo de algo imaginario a la tristeza y/o nostalgia de cosas vividas que ya se fueron?
- ¡Has jugado sucio! ¡El trato era pensar en cosas alegres o emocionantes! - le digo a mi perversa mente. Esa tramposa estúpida que siempre me la juega.
Como respuesta sólo hay silencio, aunque yo escucho una risa malévola, profunda. Una risa imaginaria pero que va dejando tras de sí un eco que, a pesar de dar miedo, a mí me provoca una mezcla entre rabia, impotencia y tristeza.
Y así insomne, triste y perdida es como paso las noches entre las arrugas de mis sábanas, hasta que el ansiado sueño llega acariciando mis párpados pesados y aún mojados y me arropa con un profundo y cálido beso.

jueves, 25 de abril de 2013

Sueños.

Es verdad que soy pesimista. Que siempre pienso que todo me va mal, que creo que mi vida vaga sin rumbo a la espera de eso que llamamos destino y que no me gusta nada de mí.
Es verdad que soy extremadamente derrotista, que casi nunca consigo acabar nada de lo que empiezo, que quise abandonar bachiller e incluso mi ciclo formativo. Que me compré una guitarra y aún no he logrado coordinar dos notas seguidas. Que quise aprender a coser y tampoco lo hice y, por supuesto, he empezado algunos libros que nunca acabé.
Es verdad que soy un completo desastre. Que nunca encuentro nada porque soy terriblemente desordenada. Que a menos que me recuerdes las cosas un millón de veces lo más probable es que me olvide y que nunca he podido dejar mis apuntes a mis compañeros porque siempre han estado desordenados o incompletos.
Es verdad que soy caprichosa. Que quiero mil cosas pero nunca tengo dinero para permitírmelas, que cuando se me antoja algo lo quiero YA y que si no lo consigo me pongo de mal humor. 
Pero también soy soñadora
Sueño cuando duermo, pero todavía sueño más mientras estoy despierta. Sueño con ser libre, con no ser una carga para nadie y poder permitirme mis caprichos; con ser independiente y arreglar mi desorden por mi misma y no por obligación. Sueño con no olvidarme de nada, aunque para ello sea necesario forrar mi casa con miles de post-it de colores. También sueño con empezar mil cosas y acabarlas un día, como con aprender, por fin, a tocar mi guitarra y poder disfrutar de un día de río rodeada de gente que quiero tocándola, cantando y bebiendo junto a ellos. Sueño con amar, pero aún sueño más con ser amada. Sueño que soy al fin feliz y mi pesimismo se esfuma. Pero sobre todo sueño todos los días y más intensamente con que un día todo esto no se quede en un sueño.

miércoles, 24 de abril de 2013

Brilla.


Atardeceres rojizos. Intensos. A mi lado, alguien utilizando mi espalda de lienzo con interminables y sugerentes caricias. Me levanto y saco casi medio cuerpo a través de un gran ventanal y me roza una suave brisa. Una brisa que trae consigo aromas de muchos lugares, de mucha gente. Inhalo hondo para embriagarme con esos olores tan diversos. En días así, me siento volar. Quiero desplegar las alas y volar muy alto. Despegar, levantar mis pies del suelo y tocar una nube con las yemas de mis dedos. Saludar cortésmente a todas las aves que ahora estarían alrededor mío, y no sobre mí. Después, me sentaría en un tejado, mirando cómo el Sol se va escondiendo para dar paso a la reina de la noche. La Luna. Esa que brilla a pesar de que a su alrededor todo es oscuridad. Que sale todas las noches, aunque algunas no podamos verla. Al igual que las estrellas. ¿No os parecen preciosas? Cuando yo no era más alta que una mesa camilla de las que podéis tener en vuestro salón, mi abuela me decía:
- ¿Sabes que el Sol se llama Lorenzo?
- Lorenzo – repetía yo. - Pues que nombre más feo le pusieron sus papás.
- ¿Y ves la Luna? – Proseguía mi abuela sin hacer demasiado caso de mi ocurrencia. – La Luna se llama Catalina.
- ¡Hola Catalina! – saludaba yo intensamente con mis pequeñas manos. – Abuela, y esa estrella de ahí, ¿cómo se llama?
- Las estrellas, se llaman María – sonreía mi abuela.
- ¿Todas ellas? – decía yo asombrada.
- Claro, ¿has visto cuántas son? ¡No nos acordaríamos de todas si cada una tuviera un nombre! ¿No crees?
- Ya… Pero es que entonces, - replicaba yo – si dices ¡María! todas pensarán que es a ella a quien llamas.
Mi abuela reía y daba la conversación por terminada, mientras yo me quedaba en el balcón mirando ese gran cielo negro donde habitaban “Catalina” y las pequeñas “María” haciéndome miles de preguntas que prefería no resolver para no romper ese momento tan mágico.
Eso me lleva a pensar que, si “Lorenzo”, “Catalina” y las “Marías”, tienen nombres tan corrientes como cualquier otra persona de las que pisamos el suelo, nosotros también podremos, un día, brillar con esa intensidad que ellos lo hacen cada día y sin apenas descanso.

jueves, 4 de abril de 2013

Maldita realidad...

Hoy, estas cuatro paredes serán mi búnker en esta absurda guerra de sentimientos... Esa guerra que nunca paró, sólo estuvo en tregua durante un tiempo...
Hoy es uno de esos días en los que no puedes, o no quieres levantarte de la cama y te engañas a ti mismo cerrando fuerte los ojos, haciéndote el dormido... Hoy es un día en el que mientras corría sonriendo por el mundo irreal en el que a veces vivo, tropecé con una raíz saliente de un árbol que se cruzó en mi camino y caí de bruces a esto que llaman "realidad" ... Esa realidad que con su temido y punzante dedo señalándote cerca de la cara te llama iluso entre horribles y resonantes carcajadas que asustan al más valiente. Entonces te arropas hasta la frente y cierras fuerte los ojos para que esa lágrima corra por tu cara y no salga ni una más... Pero ellas no quieren esperar en la cola de tus párpados cerrados y empiezan a empujarse unas a otras hasta que salen de tus ojos contra tu voluntad... ¿Qué es este cielo gris? ¿Por qué esta calle es sólo asfalto? ¿Dónde están las nubes blancas, el cielo azul, el césped verde por el que saltaba no hace mucho tiempo...? ... ¿Acaso lo han segado? ¿Cuando podré volver a mi mundo? ... Silencio ... No hay respuesta... Sólo silencio... Un silencio que mata, que duele. Un silencio que no escuchaba desde hacía años y que tenía la esperanza de no volver a escuchar nunca... Pero aquí está, acompañándome para que me sienta aún más sola y perdida en esta realidad...